jueves, 19 de julio de 2012

El miedo

¿Por qué sentimos miedo?

El miedo es una emoción que actúa en nosotros como mecanismo de defensa y se produce ante la percepción de un peligro que puede o no ser real, pero que percibimos como amenazante. La función del miedo es fijar en nuestro cerebro situaciones que vivimos que entendemos suponen un peligro para nuestra supervivencia, para que en caso de darse de nuevo, podamos reaccionar mediante lucha, huida o evitación para superarlas con éxito.

Para entender el circuito de activación del miedo, debemos comprender que nuestro cerebro ha evolucionado formando nuevas partes encima de las antiguas y adaptándose al entorno en que vivimos. De esta forma, sobre la parte más antigua de nuestro cerebro, el tronco cerebral, que regula nuestros instintos y las funciones autónomas necesarias para nuestra supervivencia, se formó a lo largo de la evolución el sistema límbico, un cerebro emocional encargado de regular las emociones como el miedo entre otras. La encargada de disparar la señal de alarma ante situaciones de peligro es una pequeña zona de este sistema límbico llamada amígdala cerebral, que recibe y procesa la información que llega a través de nuestros sentidos, activándose cuando percibe un estímulo como amenazante bajo la forma de una reacción de despertar, sobresalto y tensión. Sobre nuestro sistema límbico se formó la corteza cerebral, la parte más nueva de nuestro cerebro encargada de regular la respuesta a las emociones a través del análisis de todas las informaciones sensoriales, emocionales, culturales y personales que procesamos a través de nuestra amígdala, y de ejecutar un plan de acción que se adapte a las necesidades y al contexto de la situación de peligro. Así pues, la activación de la amígdala cerebral ante los estímulos sensoriales activa el miedo provocando las reacciones propias de dicha emoción, lucha, huída o evitación. Cuando esto ocurre, nuestro cerebro fija ése miedo para que en un futuro se active de nuevo la respuesta ante un estímulo similar o simplemente ante el recuerdo del mismo.

Al mismo tiempo a nivel hormonal, ante situaciones que nos producen miedo, nuestro cuerpo segrega adrenalina, que propicia una transformación del organismo para disponer su estado de alerta: Se produce taquicardia, se dilatan las pupilas para mejorar la visión, aumenta la presión sanguínea, baja la temperatura corporal, aparece el sudor frío, se dilatan los bronquios y se acelera la respiración entre otras.

No podemos impedir la aparición de nuestras reacciones de miedo, ya que son necesarias para nuestra supervivencia, pero sí podemos regularlas para que no interfieran en nuestra vida de manera negativa. Los estudios al respecto indican que hay varios sistemas que pueden resultar efectivos a la hora de superar nuestros miedos, como la terapia por exposición y la terapia por inundación. Si no nos sentimos capacitados para llevar a cabo estas técnicas por nosotros mismos, podemos acudir a un especialista que nos guíe en el proceso:

- La terapia por exposición consiste en aproximarnos gradualmente al estímulo que nos produce miedo, ya sea algo tangible o situacional, ya que enfrentarnos al estímulo temido puede conducirnos con el tiempo a una reducción de nuestro temor. Para ello es útil crear un listado de situaciones relacionadas con nuestro miedo, ordenadas de menor a mayor en función de la intensidad de temor que nos produce. Comenzando por la que nos resulta más sencilla podemos ir avanzando hasta conseguir exponernos a las situaciones más temidas con la seguridad que nos proporciona haber superado otras situaciones similares.

- La terapia por inundación consiste en exponernos al estímulo que nos produce miedo tanto como sea posible hasta lograr la extinción de la conducta de evitación. Esta terapia se basa en que el miedo y la consiguiente ansiedad que sentimos ante el estímulo temido es algo que hemos aprendido en un momento dado de nuestras vidas y que evitamos como mecanismo de defensa. Si eliminamos la ansiedad que nos causa el recuerdo, el miedo desaparecerá y según esta técnica, la repetición del estímulo eliminará la respuesta ansiosa.

El miedo es algo cotidiano para nosotros hasta el punto que incluso en algunos momentos decidimos exponernos a situaciones que nos lo causan. Una muestra de su integración en nuestras vidas es que nuestro propio vocabulario contiene expresiones que aluden a él, como la conocida “cagarse de miedo”, que curiosamente tiene su origen en una de las respuestas primitivas de nuestro organismo ante el miedo. Es una reacción fisiológica ancestral que permite huir más rápido del peligro, eliminando peso de nuestro cuerpo, aunque por nuestra civilización progresiva a lo largo de la historia, es más frecuente verlo en los animales cuando sienten la amenaza de otros más peligrosos o en niños pequeños, que en adultos.

Por encima de todo debemos entender que es normal sentir miedo y experimentar las sensaciones físicas que se asocian a él, como ansiedad, aumento de la frecuencia cardíaca, sudoración o temblor entre otros, pero todas estas sensaciones son normales y si conseguimos percibirlas como tal, dejaremos de fijar nuestra atención en ellas y podremos concentrarnos en la actividad que estamos desempeñando, dejando que el miedo que sentimos no nos perjudique, permanezca en segundo plano y se limite a cumplir su función evolutiva, permitir nuestra supervivencia.



“La ansiedad es un arroyito de temor que corre por la mente. Si se le alimenta puede convertirse en un torrente que arrastrará todos nuestros pensamientos”
A. Roche 




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viernes, 13 de julio de 2012

Disfunciones sexuales I: Trastornos del deseo sexual


¿Qué son las disfunciones sexuales y cuáles son las características de los trastornos del deseo sexual?


Una vez conocida la respuesta sexual psicofisiológica considerada como normal en los diferentes momentos durante una relación, podemos discernir todos aquellos comportamientos que difieren de ésa respuestasexual normal y que por tanto responden a alguna disfunción. Conocemos como trastorno o disfunción sexual las alteraciones que se producen en el desempeño o funcionamiento sexual normal de una persona en cualquiera de las fases que componen la actividad sexual, deseo o excitación, meseta, orgasmo y resolución, generando malestar y fracaso.

Para que una disfunción sexual sea considerada como tal a nivel de diagnóstico, además de no deberse a un problema orgánico, es necesario que se cumplan cuatro criterios:

  • La persona que la padece es incapaz de participar en la relación sexual tal como desearía.
  • La disfunción sexual se presenta frecuentemente, pero puede que no ocurra en algunas ocasiones.
  • La disfunción sexual debe estar presente al menos durante seis meses.
  • El disfunción sexual no se atribuye a ningún trastorno mental, del comportamiento, físico o a un tratamiento farmacológico.

Las diferentes disfunciones sexuales se clasifican en función de en qué fase de la actividad sexual se produzcan, diferenciándose entre trastornos del deseo o excitación sexual, trastornos durante el acto sexual (meseta), trastornos orgásmicos y trastornos sexuales por dolor. Hoy nos ocuparemos de los trastornos del deseo sexual.

El deseo o excitación sexual comienza en nuestro órgano sexual más importante, el cerebro, donde se producen los pensamientos, imágenes y sensaciones que activan o inhiben nuestro deseo sexual y nos predisponen a tener un encuentro sexual placentero. El deseo sexual en su funcionamiento normal está relacionado con dos centros cerebrales, el del placer y el del dolor y en función de la situación en la que nos encontremos aparece o desaparece. Entre los trastornos del deseo sexual encontramos principalmente dos tipos de disfunciones:

- Deseo sexual hipoactivo: Se entiende como deseo sexual hipoactivo la ausencia o deficiencia de fantasías sexuales y de interés por mantenerlas que se da de forma recurrente.

Los estudios acerca de las regiones del cerebro implicadas en esta disfunción de deseo sexual hipoactivo evidencian que, ante la visualización de estímulos considerados como eróticos, una región conocida como corteza órbitofrontal, se activa tanto en hombres como en mujeres con el deseo disminuido, pero permanece inactiva en las personas que no sufren este trastorno. Una de las funciones de la corteza mediana órbitofrontal, es mantener nuestras emociones bajo control, por lo que es posible que la causa de que algunas personas sufran de deseo sexual hipoactivo es que no puedan sentir deseos porque, a nivel fisiológico, sus propios cerebros mantienen sus emociones inhibidas.

Algunos estudios al respecto también avalan la llamada “hipótesis de las monoaminas” para explicar los trastornos del deseo sexual. Esta hipótesis consiste en que sustancias como la serotonina, la dopamina y la epinefrina (adrenalina) interactúan en los receptores nerviosos con las hormonas. Cuando un exceso de serotonina influye en los receptores de testosterona disminuyendo su transmisión y por tanto inhibiendo el deseo sexual, ya que la testosterona es la principal hormona implicada en el deseo sexual tanto en hombres como en mujeres.

- Trastorno hipersexual: Se define como una actividad sexual exagerada y fuera de control, que presenta el mismo comportamiento que cualquier adicción, es decir, interfiere en la vida diaria de la persona que lo padece a nivel personal, familiar o laboral, extendiéndose incluso al ámbito social en forma de conductas de riesgo para alcanzar sus objetivos.

La característica principal de esta disfunción sexual es la presencia de sentimientos persistentes de congestión genital y demás signos físicos de estimulación sexual ya esté o no presente un estímulo que los provoque. Ésa excitación sexual lleva a la persona que lo padece a una actividad sexual continua, ya sea por sí mismo o en pareja si se da el caso, buscando disminuir la sensación de congestión, aunque ésta no remite con el orgasmo.

En base a la “hipótesis de las monoaminas”, el trastorno hipersexual se explica porque cuando un exceso de dopamina influye en los receptores de testosterona, incrementa su transmisión favoreciendo el deseo sexual y a su vez provocando la deshinibición de la conducta hipersexual.

A menudo, las personas que padecen ambas disfunciones, tanto deseo sexual hipoactivo como trastorno hipersexual, son conscientes de que su conducta sexual no entra en los parámetros de conducta sexual normal o “adecuada”, pero achacan su trastorno a factores externos. Es importante que visitemos a un especialista en caso de creer que podemos sufrir uno de estos trastornos, ya que solucionarlos es posible, pero partiendo siempre de un diagnóstico adecuado.


“Cada cosa que yo hago y cada cosa que decido dejar de hacer está motivada por un deseo, pueda yo identificarlo o no”. Jorge Bucay





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jueves, 5 de julio de 2012

Respuesta sexual humana


¿Qué se considera una respuesta sexual normal en las personas?

La biología determina ciertas características sexuales como el tipo de sexo cromosómico, XX o XY, la estructura genital y los caracteres sexuales secundarios, pero a nivel de conducta, la sexualidad humana está fundamentalmente influida por factores culturales y ambientales y el carácter de las primeras experiencias tiene una gran importancia y puede marcar emocionalmente las vivencias posteriores.

Aunque ha variado a lo largo del tiempo en función de los conocimientos sobre el tema, actualmente se considera que la respuesta sexual humana consta de 4 fases: Deseo, Excitación, Orgasmo y Resolución.

Cada una de estas fases se caracteriza por una serie de cambios fisiológicos y psicológicos que se producen en las persona durante el desarrollo normal de la actividad sexual. Aunque durante la respuesta sexual se producen cambios en todo el organismo en general como tensión muscular, incremento de la presión arterial, aumento de la frecuencia cardíaca, alteraciones respiratorias o aumento de la temperatura entre otras, estos cambios no son característicos especialmente de la respuesta sexual, sino que pueden deberse a diferentes patologías, por lo que a la hora de estudiar la actividad sexual, los expertos prestan especial atención a los cambios que se producen a nivel hormonal y genital.

Cada una de las cuatro fases que componen la respuesta sexual tienen cambios o reacciones psicofisiológicas propias que las caracterizan y que en algunos aspectos difieren en hombres y mujeres:

DESEO o EXCITACIÓN SEXUAL:

Esta primera fase de la actividad sexual depende de estímulos parasimpáticos. El deseo sexual no sólo es algo psicológico, sino algo más bien químico, es el resultado de estímulos recibidos a través de los sentidos que desencadenan la liberación de neurotransmisores cerebrales que provocan descargas de adrenalina. Y esas descargas de adrenalina provocan todos los mecanismos vasculares, hormonales, musculares y neurológicos.

Durante la fase de deseo no se aprecian diferencias entre la actividad sexual en hombres y en mujeres. Ambos experimentan la presencia de pensamientos o fantasías sexuales que les induce al deseo de la actividad sexual. Comienzan a provocar en ellos cambios a nivel hormonal: La testosterona es la principal hormona implicada en el deseo sexual y cualquier variación en sus niveles puede provocar que éste aumente o disminuya.

MESETA:

En la fase de meseta, por las diferencias obvias entre la fisiología de hombres y mujeres, la respuesta sexual varía de uno a otro:

  • Hombres: Erección del pene, agrandamiento de la próstata, engrosamiento, elevación y rotación de los testículos, incremento y coloración de la corona del glande, secreción de las glándulas de Cowper (líquido preseminal) y sensación subjetiva de excitación.
  • Mujeres: Lubricación, engrosamiento y expansión del interior de la vagina, hinchazón y erección del clítoris, elevación del útero, alisamiento y separación de los labios mayores de la vagina, engrosamiento y coloración de los labios menores de la vagina, secreción de las glándulas de Bartholino, que ayudan a lubricar los labios vaginales, y sensación subjetiva de excitación.


ORGASMO:

El orgasmo está regulado por estímulos del sistema nervioso simpático.

Además de las contracciones del esfínter rectal y de la sensación y el estado de placer común a ambos sexos, en el orgasmo también encontramos diferencias normales entre ambos sexos en cuanto a anatomía:

  • Hombre: Contracción de las vesículas seminales, próstata y conducto eyaculador, y contracciones rítmicas de la uretra y el pene con la expulsión de semen.
  • Mujer: Contracciones del útero y contracciones rítmicas de la vagina y de la plataforma orgásmica.


RESOLUCIÓN:

El estado de resolución con el que culmina la actividad sexual se caracteriza tanto como para hombres como para mujeres por una sensación placentera de alivio y relajación. En cuanto a los cambios psicofisiológicos que conlleva, las diferencias entre ambos sexos son únicamente las propias de las diferencias de género:

  • Hombre: Pérdida de la erección del pene, descenso de los testículos y pérdida de la congestión testicular, desaparición de la congestión del escroto y comienzo del periodo refractario.
  • Mujer: Regresión y pérdida de la vasocongestión del clítoris, desaparición de la plataforma orgásmica y la vasocongestión de las paredes de la vagina, desaparición de la hinchazón de los labios mayores y menores y regresión del útero a su posición habitual.


Conocer cuál es la respuesta sexual considerada como normal en hombres y mujeres, nos ayuda a diferenciar y determinar cuándo existe algún problema de disfunción sexual que afecta al transcurso de la actividad o de la respuesta sexual y que nos impide disfrutar plenamente de nuestras relaciones sexuales, para poder buscar soluciones al respecto.


“El amor es la respuesta, pero mientras la espera, el sexo plantea unas cuantas preguntas”  Woody Allen



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